lunes, 14 de noviembre de 2011
Tu ausencia
miércoles, 9 de noviembre de 2011
Quien pudiera llorar mi pena
No es que me sienta sola, triste o abandonada, esos son términos muy desgastados. Es que me pregunto de qué coño sirve mi vida si no la puedo compartir con ellos.
Siempre tratando de mirar hacia delante, motivándome únicamente por la idea de “ellos”. “Ellos no quisieran verte así, no te derrumbes, si sucumbes a la oscuridad de tus propias pesadillas te alejarás de soñar con ellos, tal vez te están mirando, allá donde estén te envían sus fuerzas y están orgullosos de ti”.
¿Ah si¿, ¿y por qué no os manifestáis?, ¿por qué no me ayudáis?, ¿por qué no siento vuestra presencia? No estás sola, me digo, estás contigo misma, eres tu mejor compañera, tu eres tu cura y tu veneno. Pero estoy harta de oír esto en mi cabeza, suplico sentirlos, aunque sea, no pido mucho, sólo una pizquita de ilusión que me ayude a continuar. Pero es imposible, ellos murieron.
Una parte de mi les buscaría donde hiciese falta, la otra me dice: “dentro de ti misma”. Pero no sé como, no es tan fácil.
Puedes aceptar que no les verás, que no volverás a hablar con ellos, que no les podrás tocar, que no escucharás su voz, que no te aconsejarán, que no sentirás su calor nunca más, que no tendrás jamás experiencias con ellos, que no volverán a darte cariño. Pero lo que no puedes aceptar es que eso es para siempre.
Abriendo la posibilidad de que rescatándoles pueda sentirlos, ser positiva para que todo en mi vida mejore, pero cómo coño va a mejorar si yo lo único que quiero es estar con ellos. Sentir su amor. Y eso es irrecuperable. Estoy insatisfecha con todo lo que hago porque conmigo misma no me basta para estar completa. Llevo tiempo luchando por que esto es posible, pero de verdad quisiera rescatarlos.
No es que esto sea frustrante, es que no puedes imaginar el dolor que siento. Puedes ver el lado bueno del duelo, el enriquecimiento, si, pero eso no te librarás de su pesada carga, lo llevas tatuado en la piel como la más profunda herida.
Caminar hacia la luz, observar el mundo, aspirar a conocimientos, empaparme de experiencias, ¿y cuándo viviré yo la experiencia de una puesta de sol con ellos? Nunca.
Es terrible. Decirte por las mañanas que puedes con todo, querer luchar y tener fuerzas para ello, ¿suena precioso verdad? Pero esto no expresa la realidad del duelo.
Estoy cansada de asimilar que el camino de la vida se recorre únicamente acompañado de uno mismo, de acercarme al amor que ellos me dieron, de enriquecerme con él como si fuese suficiente, como si no necesitase más, de contentarme con lo que tuve afrontando que no volverá. Me suena falso decir que todo esto es posible porque ahora quiero romper con todo y decir que mi corazón les necesita. Les quiere a mí lado, no soy autosuficiente, no soy tan fuerte vale, estoy harta de no necesitar el amor, de imponer mi dureza y buscarlo dentro de mí.
“Amor propio”, “no los perdí porque nunca fueron míos”, esa era su vida, no la mía, “no sentir que me los arrancaron”, “no tener miedo”, “asimilar mi potencial y resistir con mi fuerza”, “perseverancia y sabiduría ante el dolor”, “sacar la rabia”, “no echarles de menos, buscar su recuerdo”, “aceptar el vacío sin connotaciones negativas”, “sentir el dolor, no sufrirlo”… son ideas que he tratado de encuadrar en mi pensamiento, pero mi corazón a gritos las sufre. No es que no tenga facultades para hacerlo, es que el camino por el que ando es duro, doloroso, lento y abrupto. Y por mucho que comprenda las cosas a veces las siento de otra manera, y por mucho que razone los sucesos para comprender el dolor, no puedo evitar no sentirlo. Es algo que no tiene cura, no tiene calmante, no puedes esquivarlo ni evadirte de él porque te perseguirá. Es una condena eterna, un martirio que sufrir. Tienes que abrir el pozo y meterte en su oscuridad, sufrir, delirar, enrabietarte, sentirte solo, vacío, desesperarte, desconsolarte, entristecerte, desilusionarte, desengañarte…
esta es la cara mala del duelo. Esta es la otra cara que yo tengo.
Quien pudiera llorar mi pena…
martes, 25 de octubre de 2011
DOLOR
El dolor es el maestro de mi vida, a veces obvio, a veces se esconde; pero no desaparece, no hay día sin prueba, ni pruebas de él, pues yo lo llevo dentro, calladito envenena los lóbulos de mi cerebro.
Y se ha hecho grande, ya no hay hueco en mi corazón que no halla invadido, latidos de esperanza no bombean sangre manchada de un daño furtivo. Yo soy vísceras que se retuercen encerradas en el martirio de un desgarrador desamor, soy mis dedos agarrotados arrancándome la piel para que salga fuera el veneno, soy mi dentadura fracturándose para poder contener la quimera, es mi garganta quemada por arcadas de ácido, soy yo quitándome las uñas de cuajo como tributo a la rabia, soy yo sacándome los ojos para no ver el delirio que he de asumir, soy yo sin porvenir hundida en el espesor de un amargo lamento, es un bebe en mi interior que chilla y chirría en mis orejas el eco del llanto, yo soy mi grieta profunda cascada de ilusiones que caen al vacío apático, yo soy un balazo en mi frente que destrozó mi cabeza, yo soy el parásito que envenena órganos arrasados por las termitas de la angustia, yo soy mi propia pesadilla, mi tortura, tragedia de la que siempre quise huir. Yo soñaba con volar porque las llamas del infierno hierven mi corazón
domingo, 9 de octubre de 2011
Lo duro de mi pena no es que se trate de un dolor agudo y espontáneo, un dolor tosco y fuerte, que parece infrenable, tedioso, irritante y ácido; lo verdaderamente duro de mi pena es que se trata de un dolor desconocido, persistente, lento, que se acerca sigilosamente para atacarte y quemarte como un veneno lo haría. Es un dolor acechante y cambiante, como una droga alterándote la percepción de todo lo conocido y sumiéndote en el espesor de las más oscuras pesadillas, un dolor cruel, mordaz y que parece resistente a todo, incansable y hambriento.
domingo, 25 de septiembre de 2011
mirada perdida
Ayer volví a tener la mirada perdida. Continuamente se me pierde, cómo buscando un lugar donde cobijar unas lágrimas q que callan en mi interior, o un lugar donde ver brillar en otros ojos los astros cuando la noche deja de lado su oscuridad. No sé que siento, pero no me gusta. Nada me importa, nada me duele y a la vez todo me hace daño. El mundo me es indiferente por sus diferencias respecto a lo que yo quisiera de él. Soy como un junco movido por el viento, queriendo volar pero atado a la tierra, tratando de mantenerse firme y cayendo encima del resto.